jueves, 23 de febrero de 2012

El desayuno del Día D



Los cocineros de los buques nodriza americanos desde los que las lanchas se desplegaron quisieron tener un detalle con los 130.000 hombres que se iban a jugar la vida y muchos prepararon opíparos desayunos. En el Samuel Chase les dieron “tantos filetes de cerdo y de pollo y tantos helados y dulces como pudieran comer”. Otros barcos ofrecieron judías, salchichas, café y donuts. La Marina Real fue más frugal e incluí una copita de ron, que hizo recordar a más de uno los tiempos de Nelson.

Pero las tripulaciones a veces cedieron sus raciones a los hombres que iban a desembarcar. Tales ingestas previas a la batalla se aliaron con los nazis, llenaron de mareos y vómitos las barcazas, e hicieron que los hombres llegaran agotados a Omaha, Utah, Gold, Juno y Sword, las playas del Día D. 



La bajada a las lanchas se realizó por redes tendidas al costado de los barcos. Muchos hombres apenas podían con sus pesados equipos, sobre todo los que llevaban lanzallamas. Con las barcazas bamboleándose contra el costado del barco, muchos se rompieron piernas y tobillos al errar el momento del salto. Estaban hartos de guerra. Beevor relata que numerosos hombres se llevaron un guijarro de la última playa británica como último recuerdo de su tierra natal.















Fuente: El Día D de Antony Beevor. 

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